sábado, junio 28

Texto para discutir...por la profesora Azun Candina

Estimados y estimadas:

Les mando a continuación una breve reflexión, con el propósito de sumarla a los trabajos y los días (sí, como dijo Hesíodo) que nos quedan por delante. Creo que deberíamos empezar a juntarlas, entre todos. Yo espero recibir las de ustedes también.
Atte.,
Azun.


Movilizaciones y construcción de universidad pública de calidad.
(Texto para la discusión)

Con ánimo de colaborar y según hablamos en nuestra última reunión del Departamento, creo es importante apuntar a algunos de los problemas que no son nuevos, pero se han hecho más claros en estas últimas semanas y que hemos decidido discutir en conjunto.

1. El problema de las estrategias.

Tengo la impresión de que en un fenómeno creciente, las movilizaciones estudiantiles están algo atascadas en sus propias tradiciones. Hace años que la dupla paro/toma como estrategia para movilizar a la comunidad universitaria y conseguir objetivos ha sido seriamente cuestionada por su ineficacia, rutinización, los problemas prácticos que provoca y porque es, finalmente, agotadora tanto para quienes la levantan como para quienes la toleran. Lo extraño es que ante esa falta de resultados la solución propuesta fuera, por ejemplo, (si uno lee el blog de los estudiantes en toma) seguir en paro e incluso hacer una re-toma. O empezar de nuevo el 2009. Si las autoridades universitarias no se han dejado 'doblegar' por un paro/toma de más un mes, ¿de qué sirve continuarlos? ¿o repetirlos el próximo año? En uno de esos comentarios, leí que alguien opinaba que la solución era efectivamente retomarse la Facultad y seguir 'hasta el final'. ¿Hasta el final de qué? ¿Del año? ¿De la re-toma?

Puede ser, entonces, que las movilizaciones insistan en estrategias poco fructíferas porque son las únicas que se conocen o las únicas que se consideran válidas, o (aun peor) porque se considera que movilizarse es sinónimo de paro/toma. No es así. Cuando en política una estrategia no resulta, hay que intentar otras y aun más: replantearse los cómo y los porqués del asunto.

2. Las confusiones y los discursos cruzados.

Creo que parte del atascamiento mencionado reside en las contradicciones y confusiones en que nos hemos estado dando vueltas.

En la movilización recién terminada, si uno lee en transversal las declaraciones de los estudiantes movilizados, del claustro académico y del Consejo de Facultad, se da cuenta que nadie se declaraba en contra de manifestarse y debatir sobre problemas nacionales y locales, nadie está de defensor de la LGE ni cree que la Iniciativa Bicentenario es una varita mágica que solucionará todos nuestros problemas, nadie se opone al diálogo y todos estamos de acuerdo en que el Estado debe aumentar su aporte a las universidades públicas, y particularmente en las áreas que no tienen una atractiva inserción en el Mercado, como las artes y las humanidades. Si alguien las leyera desde fuera, le resultaría bastante difícil entender que gente de acuerdo en los principios tenga tantos problemas en ponerse de acuerdo en los procedimientos.

Creo (con riesgo de equivocarme, claro) que a veces olvidamos que para bien o para mal, estamos todos en el mismo barco. Las autoridades universitarias y muchos de nuestros académicos, estudiantes y funcionarios no son ningunos líderes revolucionarios (y no creo que tengan la intención de serlo) pero tampoco son quienes planean la destrucción de las universidades públicas, o sus cercanos y/o secretos colaboradores. De hecho, dudo mucho que las estrategias neoliberales se propongan un objetivo así de telenovelesco. Más bien piensan que el Estado debe mantener sus aportes en un mínimo, y que si la universidad puede ganar o conseguirse dinero por su cuenta, debe hacerlo. Nuestra tarea, entonces, sería oponernos a ese principio o fórmula, y en conjunto. A ningún estudiante de la Universidad de Chile le hace gracia que el Fisco le recorte fondos a la Universidad, por ejemplo, y estoy segura que tampoco alegra a ningún rector, decano, académico o funcionario. Deberíamos tomarlo en cuenta y actuar en consecuencia. Nuestra lucha interna debe ser por la unidad y por sumar a los estamentos, no por dividirlos.

Hay diferencias, por supuesto, acerca de procedimientos, de resguardos y de mecanismos de participación, pero se hace difícil entender por qué tenemos que llegar a tratarnos como enemigos y a insultar, en esa ruta. Hace unos días, nuestra Facultad se plagó de carteles mostrando a nuestro Decano con la cara montada sobre la figura de Pinochet, y había otro cartel bastante insultante hacia su persona (que la dignidad académica me impide describir) colgado en nuestro edificio; al mismo tiempo, los estudiantes movilizados clamaban por que los decanos del Campus se sentaran respetuosamente en una mesa de diálogo y aceptaran sus demandas. ¿En qué quedamos? El respeto es mutuo, o no es respeto. Por motivos también poco comprensibles, uno de los acuerdos de 'fin de toma' del año pasado fue la realización de un encuentro triestamental a nivel de Facultad, y finalmente los representantes de los estudiantes nunca acudieron a las reuniones para organizarlo ni explicaron por qué habían desistido de él. Sus razones habrán tenido, pero hubiese sido interesante conocerlas y también sería interesante saber por qué se clama por una participación y una discusión que parece válida solo 'en toma'.

Creo que todos, cuál más, cuál menos, tenemos una responsabilidad en estos problemas. Por supuesto que ninguno de ellos se solucionan de un día a otro, pero por algo hay que empezar. Primero, creo que ser lo bastante honestos para reconocer nuestras mutuas responsabilidades y hacernos una autocrítica. Por ejemplo, reconozco que he colaborado al doble estándar que se da en estas situaciones: por un lado he aceptado que hay paro y toma, y por el otro sigo haciendo las reuniones de mi seminario de grado, donde incluso participan estudiantes 'movilizados'. Es decir, acepto que me echen de manera inconsulta del edificio donde trabajo y a la vez mis estudiantes y yo estamos de rompehuelgas (era el término que se usaba) haciendo las reuniones. Si uno lo piensa, es bien raro: se supone que eran los estudiantes 'reaccionarios' los que pedían que siguieran las clases, pero a la reuniones vinieron los movilizados y los que no… y yo, claro, que nunca fui a clases cuando se había votado un paro, en mi época estudiantil. ¿Cómo llegamos a eso, y por qué? Aun no tengo una respuesta clara.

3. La capacidad propositiva.

En política, no basta con decir que algo es malo y pedir que cambie; uno tiene que convencer al resto de que podría hacerlo mejor. Eso involucra bajar a tierra, por decirlo así: como bien decía el profesor Daniel Muñoz en sus debates en los blogs de la FECH, ¿cuánto es un 'aumento sustantivo' del aporte del Estado a las universidades públicas? ¿un diez por ciento, un veinticinco, un cincuenta por ciento más de los presupuestos actuales? ¿Y para qué los queremos? ¿Cuánto iría a infraestructura, becas, sueldos, libros, laboratorios, de ese aumento? ¿qué le vamos a ofrecer, muy concretamente, a la sociedad chilena que las universidades y centros privados no pueden entregarle, que no se arregle con un fondo concursable, que hace insoslayable concedernos esos fondos?

La respuesta a esas preguntas no será ni podría ser el resultado de los debates de algunos, o de los estamentos por separado, ni solo de debatir. Tampoco podemos contestar que debería ser así porque así tendría que ser, o porque así era antes: está claro que ese argumento a nosotros nos suena muy bien, pero no convence al resto –como decía- fuera de la universidad. Hace no mucho, un dirigente de los empleados del Servicio de Aduanas me dijo que alguien le reclamó, en el gobierno, que un oficial de aduana tenía viáticos más altos que un agregado consular en Barcelona, por ejemplo. 'No es un muy buen ejemplo', le retrucó el dirigente: un agregado consular no está trabajando a 4.000 metros de altura, aislado, en turnos a veces de 24 horas seguidas y pasando semanas completas lejos de su familia. Es decir, el argumento no fue que les gusta ganar dinero o que el 'enemigo' se los quiere quitar, sino que esos viáticos son necesarios, que se justifican y se los merecen. El personero de gobierno tuvo que conceder que su ejemplo no era bueno.

Chile -que se ha puesto bastante siútico pero sigue siendo un país lleno de pobres, de desigualdad y de rudeza- no puede darse el lujo de abandonar la educación pública a su suerte, ni en sus niveles más básicos ni en los superiores. Nosotros, al interior de las universidades públicas, tampoco podemos ni debemos darnos el lujo de disparar hacia el lado en vez de disparar al frente, de repetir estrategias aunque sean ineficientes, de quedarnos en retóricas populistas o convenientemente mudos cuando hay que sacar el habla, o de insultarnos y de no cambiar porque si cambiamos Fulano o Zutano dirá que se nos quitó lo rojos, o porque no es la manera tradicional de hacer las cosas. Como mencionaba antes, la tarea de construir una educación pública con excelencia académica, útil a la sociedad, deliberante e incluyente pasa porque nosotros seamos así, no solo porque se lo exijamos a los demás.

En fin. Este es solo un texto para la discusión, discusión que espero podamos fijar más concretamente en las semanas y meses que vienen.


Atentamente,

Azun Candina
Académica Asistente
Departamento de Ciencias Históricas
Universidad de Chile
Acandina@uchile.cl

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante escrito.
Aunque teniedo en cuenta la cantidad de años en que se vienen realizando las movilizaciones y el caracter rutinario y esperable que estos "rituales de rebelión"(1) han adquirido, uno no puede sino agradecer su gesto con una sabia frase de uso corriente:"más vale tarde que nunca".

Un abrazo profesora.

1.Hobsbawn citando a Max Gluckman en "Sobre la Historia", pág 159.

Anónimo dijo...

Bueno, gracias por el comentario y por la cortesía, y creo que para nada es tarde: la rutinizacion de estas estrategias no es tan antigua (al menos en nuestra universidad) y todavía hay mucho de positivo que rescatar. Me alegro además que esté leyendo Sobre la Historia, un gran libro. Le recomiendo también el de Randle sobre la desobediencia civil, a propósito de la gran variedad de repertorios de la acción a los que se puede recurrir en los movimientos sociales. Together we stand, divided we fall.

Atte,
Azun.